Respiro

miércoles, 20 de julio de 2011

Al fin un respiro. Es extraño, hace tiempo que había olvidado respirar. Ni siquiera el que fuera un movimiento automático servía para mí; lo había olvidado, en absoluto, más allá incluso de las siempre permeables fronteras de la conciencia.

Es raro mirar nuevamente, aunque sea un segundo, con detenimiento, sin apurar el paso, sin la mente llena de ideas y disquisiciones, con tiempo; con espacio, sobre todo cuando el tiempo no existe y el espacio aprieta.

Tres segundos, una esquina, varios rostros desconocidos. Hay unos que si los miras a los ojos rehúyen la mirada, tal vez creen que vas a quitarles la máscara. Algunos sonríen, curiosos, sorprendidos; tal vez nos hicimos cómplices en este mar de ideas afines. Hay otros rostros que simplemente mantienen sus puertas clausuradas.

Los sonidos se hacen más intensos cuando respiras. Las ondas viajan y se pierden, presurosas, tras los pliegues de la atmósfera. Algunas se quedan atrapadas entre las hojas, otras juegan un rato con el viento, algunas cantan tras mis cabellos y las últimas se esconden de todas, esperando transformarse en silencio, que no es más que el cese de movimiento.

Qué diferentes son los sonidos de una espiral a otra, y de un recodo a otro de la misma espiral. Qué teñidos están de colores diversos, de imágenes y sensaciones prófugas, de pensamientos traviesos.

Un mismo punto. Un mundo de diferencias. Tantos corazones latiendo al mismo tiempo y a tiempos tan distintos. Un mismo escenario; mil y un perspectivas. Tantas historias tejidas, cuántas ya perdidas. Y las que quedan por construir. Y las que están inventándose. Y las que se expanden. Y las que se estrechan. Y las que se acercan. Y las que se alejan. Y las que despiertan. Y las que despierto.

La Danza

lunes, 15 de febrero de 2010

Distraídamente desató el cordón de sus zapatos. No tenía prisa. Con calma se sacó las medias y se asomó por la ventana. Le vio. Allí estaba ella, ajada, maltraída, como antaño. No dudó un segundo en reconocerla. Era ella, ¡claro!, pero, ¿por qué venía a esta hora?...era tarde ya, las velas casi se habían consumido. La noche estaba fría y no tardaba en desatarse la lluvia; tal vez ella no lo sabía, ¿por qué debía de haber leído el informe del tiempo?, seguro tenía mejores ocupaciones que atender. Además, no lo necesitaba. No importaba qué horas fueran o qué tiempo hubiera, si quería verlo tan sólo debía buscarle. Y casi siempre lo encontraba. Como hoy, como ahora. Se sentó en el balcón y le invitó a sentarse junto a ella, pero él no sabía si debía seguirla esta vez. En el último encuentro que tuvieron ella se rió en su cara y le gritó que era muy pequeño aún; lo invitó a bailar y luego lo dejó solo, absolutamente solo, jadeando a orillas de un río, con aquellas palabras girando en su cabeza. Ella, pareciendo adivinar sus pensamientos le sonrió cálidamente y con su imperceptible hilo de voz le musitó: "fue una preciosa noche, aquel lugar era perfecto". "Pero tú no mantuviste tu palabra", dijo él, como hablando solo, como hablándose a sí mismo, como si repitiese algo que alguna vez había oído y grabado en la nebulosa de su mente. ¡¡No lo hiciste entonces y no creo que puedas hacerlo ahora!". Gritó ella, cuyo rostro se había vuelto de pronto colérico, airado, con un extraño velo de ironía en la mirada. Él no la recordaba así, con tal energía.
Ella pocas veces hablaba y cuando lo hacía no se comprometía en gran medida con lo que dejaba salir de su boca. Estaba siempre esperando, callada, a un lado. Nunca había hecho si quiera una exigencia, sin embargo era ella quien continuamente le buscaba o se alejaba. Él no tenía control de eso. Y aunque odiaba que ella apenas dejase escapar un par de palabras cuando venía y aunque le pesara enormemente esa mirada insistente y fría sobre él cada vez que se veían, le extrañaba. Le extrañaba y le esperaba. A veces la olvidaba y salía a caminar sin rumbo fijo por la ciudad, vagando entre la gente sin mirarles si quiera, sin buscarle en los rostros que se le aparecían tras cada paso. Sí, a veces parecía que la había olvidado del todo, pues ni siquiera el pasar por los lugares donde paseó de su mano producía algún recuerdo en su mente. Como si nunca hubiese vivido aquellos momentos. Y reía. Muchas veces reía al estar solo en su habitación, al caer la noche, cuando las luces de las velas morían a causa del viento...y en ese instante callaba y miraba fijamente la ventana abierta. "Debería cerrarla", se decía, "debería acabar con esto"; mas ella no podría venir si lo hacía. Y entonces le recordaba."No sé qué hago aquí", dijo ella, de improviso, secamente, violentamente, y su lánguida mirada se tornó impaciente, pero no le buscó. Se alistó para bajar por la enredadera y él, tras mirarla un segundo, volvió a su habitación, tomó sus medias, se colgó los zapatos al cuello y la siguió. Caminaron uno al lado del otro largo rato.
A diferencia de otras veces él no hablaba. Parecía sumido en sus más profundos pensamientos. Ella lo notó y sonrió plácidamente: tal vez al fin se decidiría. Comenzó a bailar a su alrededor. Diríase que estaba feliz. Él la miraba y sintió deseos de huir...pero vino la lluvia. El cielo dejó caer su llanto sobre él y se quedó impávido. Muchos recuerdos se agolpaban en su mente, a una velocidad increíble, pero no sintió emoción ante ninguno. Hace mucho tiempo que las imágenes habían dejado de conmoverle. Sólo ella parecía turbar sus afectos. No sabía porqué, pero fuese lo que fuere, había decidido ya ir con ella hasta donde lo guiase. Esta vez no daría pie atrás. Una noche de lluvia la conoció y una noche de lluvia se iría con ella.
Las escenas se repetían. La primera vez que la vio fue justamente a la salida de la librería por donde ahora pasaban. Era de noche también y el cielo gemía tal como ahora. Y ella danzaba. Y no miraba a su alrededor, no le importaba la gente, sólo danzaba. Él la vio y la miró danzar largo tiempo. Sus largos cabellos azabaches se movían frenéticos con cada movimiento que realizaba. Él la miraba sin poder desviar su ser de ella. Y ella lo advirtió. Sonrió y le miró de reojo. En el instante en que sus miradas se encontraron él la reconoció. La había esperado por mucho tiempo ¡y la había buscado tantas veces erróneamente!. Esa noche caminaron por las calles mojadas, tranquilamente, y no cruzaron palabra alguna durante ese encuentro. Él se placía en mirarla.
Algo en ella le atraía irresistiblemente. No podía decirse que ella era bonita, su rostro de pronunciados pómulos y ojos hundidos, de pálida tez y numerosos pliegues de piel tanto en la frente como donde acaban los párpados le daban un aspecto avejentado. Parecía llevar muchos años encima. Su rostro no se correspondía con lo llameante de su mirada. Él, sin embargo, la consideraba enigmáticamente hermosa. Pero esa noche no pudo seguirle. No estaba preparado para tanto. Ella lo sabía y se deleitaba pensando que él la deseaba. Le esperaría. Mas el tiempo pasaba y comenzó a cansarse. Un día le susurró al oído "no me gustan los que son como tú. Eres uno más de esos imbéciles que se me acercan". Luego lo miró, rió estrepitosamente y se fue.Ahora paseaban por el puente del norte de la ciudad, sobre el río. De pronto, él se detuvo. Ella, sin volverse, esperó. "No soy como ellos!, ¡tú sabes que no!", gritó, sintiendo que al decir esto reafirmaba su decisión. Ella sonrió satisfecha. Volteó cuidadosamente y le invitó a danzar. Él miró a su alrededor, no había mucha gente. "Olvídate de ellos – le dijo -, algún día querrán danzar". Él sonrió y cogió la mano que ella seductoramente le extendía. Bailar bajo el cielo negro, sentir las gotas de lluvia golpear su piel y el viento enfriar su cuerpo le obligó a abrir los ojos y emitir una ronca carcajada. Puede decirse que nunca antes habíase sentido tan vivo como ahora. Ella se dio cuenta de esto y, acercando lentamente sus fríos labios a los aún tibios labios de él, le besó.Los transeúntes que presenciaron tan sublime escena sólo pudieron seguir la silueta de él con la vista, mientras ésta aparecía y desaparecía de la superficie de las aguas del río; mirando incrédulos el cuerpo sin vida de un hombre que segundos antes reía y danzaba bajo la lluvia.

Tran$accione$: $anta Igle$ia Católica a la carta!!

domingo, 14 de febrero de 2010

El jueves fuimos a casa de la abuelita de Christian y mientras destruíamos en nuestro rincón sanbernardino al gabinete de Piraña, deribamos al tema de los Opus Dei y de ahí a la Iglesia Católica más "pelá"...Y mientras la tía Lucía me contaba con asombro que velar a un muerto no es un servicio de pura fé, recordé que yo ya estaba desayunada con el tema. Creo que perdí la inocencia cuando hace varios años atrás mi madre me dijo: "Mandé a hace una misa para tu abuelita, es este viernes, ojalá puedas ir". Fuí. Al inicio el cura dijo: "...Roguemos por el alma de la señora Hortensia...", junto a miles de nombres más -no es que sea egoísta-; luego, volvió a acordarse de ella a la hora de las "peticiones universales", nuevamente junto a los otros mil nombres -no era una misa para ella?-...Listo, esa era todo. Devotamente cumplí con los oficios...Hasta rezamos un rosario de yapa...por si las 3 palabras del cura no eran suficientes...A la salida le pregunto a mi madre cuánto dejó de ayuda (en las Iglesias suelen pedir "ayuda$" a cambio de estos favorcitos...). Me mira sorprendida, como si yo no supiera nada de la vida. "Ayuda!!!; se rié...Si era obligatorio!!!". Fruncí el seño. "Me salió cinco lucas y media...".


El nuevo!

sábado, 13 de febrero de 2010

Tenemos un nuevo integrante en la familia, desde hace casi dos meses ya...se llama Benjamín Franklin, porque Christian lo encontró ahí, en el barrio Franklin, todo cochino, flaco y con una patita en el cajón casi. No quiero entender cómo las personas pueden ser tan malditas con otros seres. Cómo los abandonan porque sí, los maltratan y siguen con su conciencia tan tranquila, como si nada. Pero claro, si lo hacen entre seres humanos mismos, es de esperar que lo hagan con otros seres, pero es horrible. Cada día pierdo más la fe en esta porquería de raza a la que pertenezco.

Bueno, antes de que me arrepienta de mis ideales, mejor voy a colocar una foto del Benja, para presentarlo en sociedad. Quién lo viera y quién lo vio!!!!


Menosmal que la Cleo ya lo aceptó y ahora es como su hijo...no lo deja ni a sol ni sombra, lo persigue, lo lava, lo acuesta, lo cuida...después de semanas de infierno en que le grñía y casi se lo come vivo!! jajaja, no, si es una gata muy tranquila; pero de que le tuvo bronca, le tuvo.

La Belis dice que tiene cara de gato pobre...yo no creo. Se le ha arreglado harto la carita, antes parecía tan asustado...pequeño!!!, está precioso! A ver si después puedo subir las fotos que tiene con la Cleo.

Bienvenidos a mi blog!

sábado, 19 de septiembre de 2009

 
 
 
 
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